El día antes de Navidad suele ser una jornada festiva, en especial en la cultura latinoamericana, que celebra esa noche. Para los residentes de la localidad de Covina, en el área de Los Ángeles, también es el día que recuerda a la llamada 'Masacre de Nochebuena', que ocurrió en la casa de una familia latina en 2008.

El 24 de diciembre de ese año, la familia Ortega se había reunido en su hogar para celebrar la Nochebuena. Los vecinos vieron autos estacionados a lo largo de la calle, música que se filtraba desde la casa y niños jugando afuera más temprano ese día. Nada parecía fuera de lo común—hasta que ocurrió lo impensable.

Poco antes de la medianoche, estalló el caos. Gritos perforaron el aire, seguidos por disparos y una repentina explosión de llamas que iluminaron el cielo nocturno. Para cuando las autoridades llegaron, la casa de los Ortega estaba envuelta en fuego, y lo que había comenzado como una celebración se convirtió en una escena de devastación.

El macabro descubrimiento

Cuando los bomberos lograron sofocar las llamas, encontraron cuerpos esparcidos entre los restos calcinados de la casa. Nueve personas habían muerto, la mayoría por heridas de bala, mientras que otras sucumbieron al fuego. Entre los fallecidos había abuelos, padres e incluso adolescentes.

Los sobrevivientes estaban en estado de shock, incapaces de comprender lo sucedido. Algunos informaron haber visto a un hombre vestido de Santa Claus entrar en la casa momentos antes de que comenzara el tiroteo. Había llamado a la puerta llevando un regalo envuelto. Pero lo que contenía esa caja—y las intenciones del hombre—estaban lejos de ser festivos.

Familia asesinada por Bruce Pardo
Cortesía

Los investigadores reunieron declaraciones de testigos y pruebas físicas, pero el motivo detrás del ataque no estaba claro. El hombre con el traje de Santa había desaparecido, dejando solo destrucción a su paso. La policía examinó la escena en busca de pistas y descubrió restos de un lanzallamas casero y varias pistolas, aparentemente utilizadas durante la masacre.

Los sobrevivientes describieron al agresor como calmado y metódico, sin perdonar a nadie mientras recorría la casa. Pero, ¿quién podría cometer un acto de brutalidad semejante, especialmente en Nochebuena?

El Santa Claus asesino

A medida que los detectives ampliaron su búsqueda, rastrearon un camino hasta una residencia cercana—a unas 31 millas (50 kilómetros)—donde les esperaba otro descubrimiento inquietante. Un hombre yacía muerto por un disparo, vestido con lo que parecían ser restos del traje de Santa Claus. El auto estacionado afuera estaba preparado con explosivos, sugiriendo un plan de escape fallido o un intento de destruir pruebas.

El hombre fue identificado como Bruce Jeffrey Pardo, un exingeniero aeroespacial de 45 años. Pero, ¿por qué Pardo desataría tal violencia?

Pronto salió a la luz la conexión de Pardo con la familia Ortega. Era el exesposo de Sylvia Ortega, quien recientemente había finalizado un amargo divorcio de él. Amigos revelaron que Pardo había luchado emocional y económicamente después de la separación, albergando resentimiento por los pagos de manutención y disputas por la custodia.

Su disfraz de Santa Claus, el lanzallamas envuelto como regalo y el ataque premeditado apuntaban a un acto calculado de venganza. Pardo había planeado la masacre en cada detalle, incluso llenando su auto con explosivos en un intento de destruir evidencia.

Las secuelas

La tragedia dejó a la comunidad de luto, luchando por comprender la profundidad del odio que pudo haber llevado a una atrocidad semejante. La Navidad, antes un momento de alegría y unión, se convirtió en un recordatorio de la fragilidad de la vida.

Se realizaron vigilias para honrar a las víctimas, y se convocó a expertos en salud mental para apoyar a los sobrevivientes. El incidente también desató debates sobre las leyes de armas y la prevención de la violencia doméstica, ya que muchos se preguntaban si el ataque pudo haberse evitado.

Hoy, el sitio donde estaba la casa de los Ortega sigue siendo un recordatorio solemne de los eventos que ocurrieron en esa fatídica Nochebuena. Aunque el caso está cerrado, el misterio de cómo alguien pudo convertir la alegría navideña en horror persiste. Para las familias afectadas, la Navidad siempre llevará el peso de la pérdida.